El aceite de oliva en la literatura

aceite de oliva y literatura Blas de Otero

El aceite de oliva es materia de inspiración en la literatura. El ‘oro líquido’ forma parte de nuestra cultura mediterránea desde hace milenios, los olivos son un elemento sustancial de muchos de nuestros paisajes y el aceite de oliva ha inspirado a poetas y escritores a lo largo de la historia de la literatura en español.

Nombres ilustres como Blas de Otero, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Pablo Neruda o Antonio Machado han descrito con palabras evocadores el significado de este zumo puro de aceituna para los pueblos y comarcas donde se produce y para nuestra cocina. Ya sabemos que el aceite de oliva virgen extra es una parte sustancial de la gastronomía española, y eso es algo que el mundo del arte ha sabido reflejar en sus múltiples expresiones.

Aceite de oliva en la literatura

Paisaje, de Federico García Lorca

El campo
de olivos
se abre y se cierra
como un abanico.
Sobre el olivar
hay un cielo hundido
y una lluvia oscura
de luceros fríos.
Tiembla junco y penumbra
a la orilla del río.
Se riza el aire gris.
Los olivos,
están cargados
de gritos.
Una bandada
de pájaros cautivos,
que mueven sus larguísimas
colas en lo sombrío.

Olivo del camino, de Antonio Machado

Olivo solitario,
lejos del olivar, junto a la fuente,
olivo hospitalario
que das tu sombra a un hombre pensativo
y a un agua transparente.
al borde del camino que blanquea,
guarde tus verdes ramas, viejo olivo,
la diosa de ojos glaucos, Atenea

¿Qué es un olivo?, de Rafael Alberti

¿Qué es un olivo?
Un olivo
es un viejo, viejo, viejo
y es un niño
con una rama en la frente
y colgado en la cintura
un saquito todo lleno
de aceitunas.

Oda al aceite, de Pablo Neruda

Cerca del rumoroso
cereal, de las olas
del viento en las avenas,
el olivo
de volumen plateado,
severo en su linaje,
en su torcido
corazón terrestre;
las gráciles
olivas
pulidas
por los dedos
que hicieron
la paloma
y el caracol
marino:
verdes,
innumerables,
purísimos
pezones
de la naturaleza,
y allí
en
los secos
olivares
donde
tan sólo
cielo azul con cigarras,
y tierra dura
existen,
allí
el prodigio,
la cápsula
perfecta
de la oliva
llenando
con sus constelaciones el follaje:
más tarde
las vasijas,
el milagro,
el aceite.
Yo amo
las patrias del aceite,
los olivares
de Chacabuco, en Chile,
en las mañanas
las plumas de platino
forestales
contra las arrugadas
cordilleras
en Anacapri, arriba,
sobre la luz tirrena,
la desesperación de los olivos,
en el mapa de Europa,
España,
cesta negra de aceitunas
espolvoreada por los azahares
como una ráfaga marina.
Aceite,
recóndita y suprema
condición de la olla,
pedestal de perdices,
llave celeste de la mayonesa,
suave y sabroso
sobre las lechugas
y sobrenatural en el infierno
de los arzobispales pejerreyes.
Aceite, en nuestra voz, en
nuestro coro,
con
íntima
suavidad poderosa
cantas;
eres idioma castellano:
hay sílabas de aceite,
hay palabras
útiles y olorosas
como tu fragante materia.
No sólo canta el vino,
también canta el aceite,
vive en nosotros con su luz madura
y entre los bienes de la tierra
aparto,
aceite,
tu inagotable paz, tu esencia verde,
tu colmado tesoro
que desciende
desde los manantiales del olivo.

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